Si podemos decir que hay algo positivo en la crisis económica de estos últimos años, es que se ha producido un efecto de mayor exigencia en la relación calidad precio que demandan los consumidores en casi todos los sectores de productos y servicios de consumo. Esta situación se une al desarrollo de las nuevas tecnologías y la evolución de la información que nos ha metido en la era 2.0 y que hace que el flujo de información entre consumidores genere un valor añadido para las empresas a la hora de diseñar productos y servicios.
Por ejemplo, el sector de la formación también está cambiando y evolucionando, se demandan formaciones más prácticas, concretas y cortas, impartidas por expertos con experiencia contrastada en las materias, las grandes empresas buscan proveedores globales capaces de dar cobertura con los mismos estándares de calidad en cualquier parte del mundo y se buscan proveedores en continua evolución, capaces de desarrollar ideas nuevas que se muevan al ritmo de la demanda.
También el sector editorial está sufriendo un profundo cambio, con la aparición del e-book y las revistas electrónicas interactivas, que está cambiando todo el modelo de negocio, estando en una fase de incertidumbre en cuanto a oferta, precios y canales de comercialización y distribución.
¿Es ahora un buen momento para cambiar el logotipo o el nombre de una compañía? Ahora y en cualquier situación depende de cómo se trabaje ese cambio y de cómo se gestione teniendo en cuenta el nivel de fortaleza de la empresa y el entorno sectorial. Un cambio de nombre y logotipo puede parecer una debilidad o una fortaleza que se convierta en un valor añadido frente a una competencia en un sector debilitado.
En todo caso, el cambio ha de corresponder a una evolución, y empresarialmente cualquier evolución tiene su origen final justificado en la demanda del cliente. Pero el cliente requiere una explicación clara del por qué de ese cambio, para no desconcertarse, aunque sea su propia demanda. Los cambios, aunque sean paulatinos y tengan una razón, han de ser claros y saber transmitirlo. De esa transmisión dependerá que la percepción sea una fortaleza y un valor añadido.
El error es querer realizar cambios en épocas de crisis pensando sólo en la propia empresa y no en la demanda, para incrementar ventas o incluso buscar la supervivencia. Esto no quiere decir que no se deban hacer en estas épocas, sino que deben de estar justificados, y si la justificación es una bajada de producción, entonces es difícil explicarlo porque realmente el cambio no está basado en la demanda.
Si la evolución de la empresa navega al ritmo de su clientela y tiene margen para ser lo suficientemente flexible como para adaptarse a esos cambios, será mucho más difícil que le afecte el entorno, y no hace falta pedir anticipación de la evolución de la demanda, basta con seguir a su ritmo y saber valorar qué cambios pueden ser permanentes y cómo afrontarlos empresarialmente.
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