Últimamente podemos leer varios artículos sobre por qué los principales
directivos empresariales y políticos no están en las redes sociales. Se habla
de posibles “miedos” a decir algo inconveniente o a no tener suficientes
seguidores que representen su posicionamiento social o su influencia
empresarial o política, incluso se ha especulado con que David Cameron haya
podido “comprar” seguidores en Facebook para su perfil personal por unos 9.000€
de inversión en publicidad a cargo de su partido por tener unos 20.000
seguidores menos que su rival.
Parece que hemos pasado de una situación de generar prestigio por estar en
Internet a todo lo contrario. Da la sensación de que quién no está presente en
las redes crea una especie de exclusividad por no hacer lo mismo que hacen los
demás. Incluso han salido algunas voces sobre el tiempo que se “pierde” creando
y leyendo contenidos.
Este desconcierto y conjunto de miedos hacen que numerosas personas tengan
su propio “personal community manager” que les gestiona su perfil adecuadamente
en función del objetivo propuesto.
La realidad es que el 2.0 ha supuesto una revolución y sobre todo un
enriquecimiento en la información y comunicación. Lo que ocurre es que las
redes sociales no deben convertirse en una obligación. Esas normas que
proclaman los gurús en marketing y algunas agencias, que dicen que hay que ser
activos constantemente, estar siempre disponibles, etc., pueden ser
perjudiciales y generar un volumen de información sobre saturado y no siempre
con la calidad deseada.
¿Cuánta información generamos o consumimos que no es realmente útil? Hay
que hablar cuando realmente se puede aportar. Las redes sociales deberían ser
un espejo de lo que somos, profesional y/o personalmente, y no sólo una imagen
de marca, el “fondo” ha de estar detrás, pero todo esto hay que saber gestionarlo.
Tampoco se trata de poner barreras, porque las redes son precisamente lo
contrario, es una construcción colaborativa, con diferentes aportaciones
enriquecidas con diferentes experiencias y puntos de vista. El mundo real es el
off line, y lo que hagamos allí es lo que vale y lo que podemos demostrar, y
para ello necesitamos tener información. El mundo virtual es un conjunto de ayudas
para tener más información, poder ser más creativos, más ágiles, etc. Una
imagen fuerte virtual tiene que estar cimentada en una base sólida off line.
No es válido pensar que escapar de tener una imagen en la red nos hace
estar más cerca de la realidad. La realidad la conforman nuestras actividades
diarias, y de aquí sale una experiencia que se puede compartir y que se puede
enriquecer con otras. Si tomamos las redes sólo como un teatro en el que hay
que actuar y vemos en ello una marca personal que alimentar, estaremos
infravalorando el potencial de las redes, de las relaciones en general, con
nosotros mismos y para los demás.
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