Estamos viendo grandes
casos representativos de corrupción, sabemos que hay miles de miles pequeños.
Vemos grandes despilfarros de dinero, que antes no importaba justificar tanto.
Vemos cientos de empresas mal gestionadas, sobredimensionadas o sin controles
reales en sus procesos. Una pequeña parte de todo esto ahora va saliendo a la
luz, pero ya se ve la razón lógica de esta crisis.
¿Pagamos todos
por culpa de unos pocos? Sí y no. Considero que todos tenemos parte de culpa.
Quizás no todos nos hemos enriquecido desmesuradamente, pero hemos aceptado
hipotecas desorbitantes, o hemos pedido créditos para vivir por encima de
nuestras posibilidades, o no hemos luchado por una correcta gestión
empresarial. Estoy seguro que en mayor o menor medida, todos somos culpables de
alguna forma.
El gran error ha
sido confundir el marketing con el arte de “hacer parecer bonito y que deseen
algo o a alguien”, sin pararse a buscar el fondo y la calidad, tanto de las
cosas como de las personas.
El marketing
tiene la virtud de exaltar algo o a alguien para que sea demandado, pero esa demanda
ha tenido que aprender a seleccionar, a fuerza de acceder a más y más
información, junto con la dureza de “tener que hacerlo” por razones económicas.
Aun así, los
juegos del marketing mal utilizado siguen apareciendo, ¿no pagan algunas
empresas por tener determinado número de seguidores en las redes sociales o por
tener comentarios positivos en los foros, etc., etc.?
Es muy difícil pensar
que las cosas se pondrán en su sitio, porque como escribió en 1896 por el autor inglés Rudyard Kipling en
su famoso poema “Sí”: “…si puedes encontrarte con el éxito y el fracaso y
tratar a estos dos impostores de la misma manera…”, por lo tanto, no podemos
pensar en que las cosas serán o no justas, tenemos que organizarnos con nuestro
entorno, pero es nuestro deber utilizar el marketing para mostrar todo lo que
se adapte nuestros productos o servicios a lo demandado, y para diseñarlos
según las necesidades que detectamos.
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