Hemos escuchado constantemente que el desarrollo de las tecnologías de comunicación y de la información hace que el planeta tienda hacia la globalización. Incluso, desde que McLuhan habló de la “aldea global” allá por los años sesenta, no ha parado de adjuntarse el término a la evolución social relacionada con las comunicaciones. Es indudable que el mundo se ha hecho “más pequeño” gracias a las comunicaciones actuales, y que ésto hace que tanto los sistemas de producción como los sistemas de comercialización y distribución sean más eficaces y favorezcan las oportunidades para muchas empresas que antes no se lo podían plantear. Podemos decir que ahora los consumidores pueden comprar globalmente, pero que también las pequeñas empresas pueden vender globalmente.
Poco a poco los mercados demostraron que la globalización se tenía que acompañar de la localización, por un lado porque las costumbres locales marcan la forma de consumo y los hábitos de los consumidores según diferentes segmentaciones en las que predomina la zona como valor que marca diferencias debido a tradiciones o hábitos con desarrollo simultáneo. A estas costumbres locales se une la variable “personalización”, que cuanto más local sea, mejores resultados obtiene, ¿por qué? No dejemos de acordarnos de “Manolito”, el famoso amiguito de Mafalda que su familia tenía una tienda de ultramarinos, ¿qué hacía Manolito si no podía apenas influir físicamente sobre el producto que vendía? Podía conocer los gustos de sus clientes, llamarlos por su nombre, tener preparada la mercancía que a cada no le podría interesar y llevar un trato personalizado. Todo esto, que es obvio, es mucho más fácil ponerlo en práctica a nivel local, porque la personalización es posible si se tiene un control y conocimiento de los clientes que es difícil gestionar de forma masiva o no cercana. Incluso para las grandes marcas globales, como puede ser Carrefour, las ventas locales representan un 90%, es decir, las grandes marcas globales han de ser también grandes marcas locales.
Sin embargo el mercado del lujo sí vende globalmente y mantiene una cartera de clientes exclusiva y global, pero es porque el lujo es en sí un segmento que distingue, y en el que, excepto en escasas versiones customizadas, la categoría lujo está por encima de gustos locales y es común a todos los consumidores pertenecientes a ese segmento, siempre que cumpla con as condiciones necesarias (caro, pero no demasiado como para desanimar a su público; con potencial de ventas, pero no demasiado como para que pierda exclusividad, etc.).
El proceso de globalización es imparable porque no tiene sentido poner límites a la producción (sí normativas), ni al mercado en el que hacer las ventas. Pero si en marketing hablamos de valor añadido en la personalización, tenemos que encontrar ese equilibrio entre global y local que nos permita expandirnos y fidelizar. Los movimientos anti-globalización, que denuncian que los únicos beneficiados son las multinacionales y que se promueve un modelo económico de desarrollo injusto basado en la explotación de los países menos desarrollados, promoviendo un nuevo orden mundial, es la parte radical de estos límites a la producción. ¿Tiene sentido poner límites a la producción y frenar la competitividad de las empresas? Keynes nos aseguraba que el equilibrio del mercado no coincidiría necesariamente (excepto casualmente), con el pleno empleo, y que es necesario una cierta intervención pública, frente a la teoría “laissez faire” de Adams Smith. La realidad es que los sistemas de producción son desequilibrados y que hay empresas y países que producen con un gran margen a costa de otros que son los "productores" a bajo coste, menos mal que hay empresarios como Yvon Chouinard que han demostrado que lo contrario también es posible.
Entonces...¿Marketing global o local? Naturalmente que es mejor un branding global, pero con un plan de acción local, o al menos flexible en su capacidad de adaptación. Las grandes marcas globales como McDonalds o Ikea también "localizan" su estrategia global, por lo tanto podemos dar la razón a Aristóteles, como siempre, en su planteamiento razonable de un "término medio" permamente.
“Cada vez que alcanzamos la cima de una cresta decimos ‘quizás ésta es la última’, pero nunca es la última”
Ernest Shackleton
Ernest Shackleton
30 de marzo de 2012
22 de marzo de 2012
El código de barras del siglo XXI aterriza en marketing: QR/BiDi
Si el marketing se caracteriza por algo es por la avidez de buscar nuevos canales útiles y sorprendentes para llegar a los clientes, a los potenciales o para fidelizar. Los códigos QR (Quick Response), basados en una matriz bidimensional de cuadrados blancos y negros con un código binario, ya tienen más de 20 años en el entorno digital (fueron inventados por Euge Damm y Joaco Retes en Japón y utilizados por la marca Toyota para catalogar inventarios), han encontrado un sitio como canal de marketing al llegar a los usuarios la capacidad de leerlos mediante los teléfonos móviles Smartphone.
A medida que aumenta el número de usuarios de estos dispositivos móviles, aumenta el número de empresas que incorporan a sus campañas de marketing elementos con código QR, y en cuestión de poco tiempo ha dejado ya de ser algo sorprendente y novedoso, pero aún existe la oportunidad de ser eficaz si se acompaña de una buena creatividad publicitaria y de marketing.
Poder acceder a una URL instantáneamente, sin teclearla, viendo la información rápidamente y en cualquier lugar, nos vuelve a recordar que la venta por impulso tiene nuevas oportunidades, ya que las empresas pueden distribuir sus “escaparates virtuales” y añadir ofertas, ampliando la posibilidad de alcance geográfico y de personalización de ofertas según las zonas.
Teniendo en cuenta que aunque el código QR pierda hasta un 30% de legibilidad sigue siendo posible su lectura digital, aumenta el número de soportes sobre el que se puede poner. Cada vez es más habitual verlo puesto sobre los cristales de los negocios comerciales, vallas publicitarias, revistas, pero también los hay en los envoltorios y envases de ciertos productos, camisetas, tarjetas de visita, impreso sobre productos de promoción como galletas e incluso monedas (como hizo la Real Casa de la Moneda de Holanda), o lo más sorprendente, como vestimenta de modelos, tal y como hizo la marca Victoria’s Secret, etc. Toda esta difusión hace que cada vez sean más conocidos y utilizados, porque además tienen un elemento que atrae, y es el cierto “misterio” que envuelve el lugar al que llegarás cuando se lee el código, que puede ser una landingpage con algún tipo de promoción especial.
Porque una campaña en la que se utilice un código QR debería tener una URL específica para los usuarios de este código, con algún tipo de “premio” o exclusividad para que puedan sentirse motivados a utilizarlo, tiene que ser algo diferente a lo que podrían encontrar tecleando la web, incluso puede ser una redirección a una de las redes sociales o la descarga de un PDF. Además ha de ser una landingpage realizada y optimizada para ser visionada en dispositivos móviles (Smartphone, tabletas, etc.). Es una tecnología al alcance de cualquier empresa, capaz de generar estadísticas y facilitar el seguimiento del número de usuarios. Otra ventaja es que se puede utilizar n solo código para ir actualizando la información que queremos transmitir, al modificar sólo el sitio web y mantener la URL. Cada empresa, dependiendo de su tamaño, estructura y sector, tiene la posibilidad de realizar una campaña muy diferente, y de colocar este código en un lugar y soporte también diferente.
Las instituciones públicas (museos, ayuntamientos, etc.), e incluso algunas organizaciones privadas, pueden llegar a crear verdaderos montajes en los que se maximice la experiencia de los usuarios al hacerles participar descubriendo información de una forma interactiva (en New York se utilizaron en Central Park).
La mejor ventaja es la ventana a las posibilidades que se abren, que son casi tan grandes como la capacidad creativa del diseño de campañas de marketing de cualquier empresa, independientemente de su tamaño o sector. El secreto está en la creatividad, pero no sólo al utilizar esta herramienta, sino al diseñar cualquier campaña de marketing con un objetivo de alcanzar un gran impacto. ¿Es una moda el código QR? No sabemos su permanencia, por ahora podemos decir que es paralela al desarrollo y uso de la tecnología, pero actualmente es una realidad como canal, se puede y debemos utilizarlo, y el elemento sorprendente que se pierde con su popularización, se puede cubrir mediante creatividad.
A medida que aumenta el número de usuarios de estos dispositivos móviles, aumenta el número de empresas que incorporan a sus campañas de marketing elementos con código QR, y en cuestión de poco tiempo ha dejado ya de ser algo sorprendente y novedoso, pero aún existe la oportunidad de ser eficaz si se acompaña de una buena creatividad publicitaria y de marketing.
Poder acceder a una URL instantáneamente, sin teclearla, viendo la información rápidamente y en cualquier lugar, nos vuelve a recordar que la venta por impulso tiene nuevas oportunidades, ya que las empresas pueden distribuir sus “escaparates virtuales” y añadir ofertas, ampliando la posibilidad de alcance geográfico y de personalización de ofertas según las zonas.
Teniendo en cuenta que aunque el código QR pierda hasta un 30% de legibilidad sigue siendo posible su lectura digital, aumenta el número de soportes sobre el que se puede poner. Cada vez es más habitual verlo puesto sobre los cristales de los negocios comerciales, vallas publicitarias, revistas, pero también los hay en los envoltorios y envases de ciertos productos, camisetas, tarjetas de visita, impreso sobre productos de promoción como galletas e incluso monedas (como hizo la Real Casa de la Moneda de Holanda), o lo más sorprendente, como vestimenta de modelos, tal y como hizo la marca Victoria’s Secret, etc. Toda esta difusión hace que cada vez sean más conocidos y utilizados, porque además tienen un elemento que atrae, y es el cierto “misterio” que envuelve el lugar al que llegarás cuando se lee el código, que puede ser una landingpage con algún tipo de promoción especial.
Porque una campaña en la que se utilice un código QR debería tener una URL específica para los usuarios de este código, con algún tipo de “premio” o exclusividad para que puedan sentirse motivados a utilizarlo, tiene que ser algo diferente a lo que podrían encontrar tecleando la web, incluso puede ser una redirección a una de las redes sociales o la descarga de un PDF. Además ha de ser una landingpage realizada y optimizada para ser visionada en dispositivos móviles (Smartphone, tabletas, etc.). Es una tecnología al alcance de cualquier empresa, capaz de generar estadísticas y facilitar el seguimiento del número de usuarios. Otra ventaja es que se puede utilizar n solo código para ir actualizando la información que queremos transmitir, al modificar sólo el sitio web y mantener la URL. Cada empresa, dependiendo de su tamaño, estructura y sector, tiene la posibilidad de realizar una campaña muy diferente, y de colocar este código en un lugar y soporte también diferente.
Las instituciones públicas (museos, ayuntamientos, etc.), e incluso algunas organizaciones privadas, pueden llegar a crear verdaderos montajes en los que se maximice la experiencia de los usuarios al hacerles participar descubriendo información de una forma interactiva (en New York se utilizaron en Central Park).
La mejor ventaja es la ventana a las posibilidades que se abren, que son casi tan grandes como la capacidad creativa del diseño de campañas de marketing de cualquier empresa, independientemente de su tamaño o sector. El secreto está en la creatividad, pero no sólo al utilizar esta herramienta, sino al diseñar cualquier campaña de marketing con un objetivo de alcanzar un gran impacto. ¿Es una moda el código QR? No sabemos su permanencia, por ahora podemos decir que es paralela al desarrollo y uso de la tecnología, pero actualmente es una realidad como canal, se puede y debemos utilizarlo, y el elemento sorprendente que se pierde con su popularización, se puede cubrir mediante creatividad.
18 de marzo de 2012
¿Antropología urbana como herramienta de marketing?
Para llevar a la práctica un buen desarrollo de un plan de marketing, primero tenemos que estar plenamente orientado a los consumidores y después a los clientes. Los consumidores nos proporcionan el estudio de los hábitos de comportamiento de selección y compra de los productos y servicios. Los clientes (dormidos y actuales) nos indican si nuestros productos, canales, distribución, atención al cliente, etc., se adaptan al hábito de consumo del grupo de consumidores al que nos dirigimos como potenciales y a los propios clientes, como fidelizados.
Pero la información está en la calle, en las personas… aunque no podemos generalizar, porque calles hay muchas y personas también, y cada persona se comporta de una forma diferente, y cada “calle” marca una tendencia social que influye en el comportamiento de las personas.
Se dice que Georges Louis Leclerc marcó en el siglo XVIII el estudio de la antropología como disciplina independiente, encontraremos también referencias a François Péron, etc., otros la posicionan en el siglo XIX, con la teoría de la evolución, buscando también un proceso de evolución de la sociedad. Entendemos por Antropología conocimiento del hombre, tanto en su análisis físico, como en la comparación del comportamiento de los diversos pueblos actuales y más primitivos. En el siglo XIX, mediante la etnografía, es decir el estudio del comportamiento, costumbre y tradiciones de un pueblo o grupo humano, se empieza a plantear la antropología urbana, al estudiar el comportamiento de algunas sociedades en espacios urbanos, como ocurrió en la época de la industrialización en Londres. En todo caso, la Antropología integra el estudio del ser humano en la sociedad y la cultura en la que habita, y por lo tanto estudia comportamientos humanos.
Vemos que el origen del comportamiento del mercado se basa en el estudio antropológico y social de las personas… pero los directores de marketing trabajan en las empresas. Las empresas evolucionan rápido, digamos que casi al ritmo de la asimilación del desarrollo de las tecnologías de las comunicaciones por la propia sociedad, asimilación que es consumo masivo. Esta rapidez actual, junto con la inercia a dar importancia a lo material y a la imagen, hace que la esencia del pensamiento y la investigación (filosofía, antropología, etc.), quede relegada a unos pocos y “extraños” grupos de intelectuales.
Pensar en términos antropológicos, como psicológicos o sociológicos, puede darnos una ventaja al trabajar en marketing, porque finalmente necesitamos entender el comportamiento del mercado, que está compuesto por personas que arrastran unas costumbres y tendencias marcadas en parte por su entorno, pero en gran parte por sus tradiciones y desarrollo histórico. Es cierto que las empresas tienden a globalizar porque las comunicaciones nos acercan de forma revolucionaria, como ya lo hicieron en su día las calzadas romanas, solo que ahora los hechos acontecidos en un siglo se desarrollan en unos días, pero las diferencias de gustos, canales preferidos e incluso productos y servicios diferentes que aún existe y que no dejará de existir, es un obstáculo que las empresas globales pueden salvar. De la misma forma cualquier empresa puede mejorar sus predicciones de comportamiento del mercado.
¿Es realista decir hoy en día que un director de marketing piense en términos antropológicos para resolver los problemas de su mercado y anticiparse a los cambios? Quizás sí. Soy radical porque considero que se dedica demasiado poco tiempo a leer áreas de humanidades, a aprender a pensar y a pensar sobre lo que estamos aprendiendo. No es una varita mágica, pero es un “amueblamiento” del cerebro que hace que sea más fácil encontrar las explicaciones a lo que ocurre en cada momento, y esto ya sería un gran avance.
La antropología urbana estudia el comportamiento del ser humano en entornos urbanos, que es donde muchas empresas pueden encontrar las claves de comportamientos en masa de consumidores, y aunque pueda parecer que la globalización tecnológica hace que precisamente sean los entornos no urbanos los que puedan hacer cambiar algunos canales, es en la urbe donde nace la aceptación de esa tecnología y la semilla de esos cambios de comportamiento. La ciudad no es un pueblo, es un conjunto de “tribus urbanas” que conforman una entidad y así hay que estudiarlo desde el punto de vista de marketing, donde podemos encontrar nuestro target en diversos sub-pueblos, finalmente la ciudad conforma un “todo” basado en grandes ámbitos: hogar y parentesco, aprovisionamiento, ocio, relaciones de vecindad y tráfico de personas, también objeto de estudio de marketing como dicho “todo”. Todo esto termina derivando hacia una futura “antropología virtual”, donde no sólo se estudiará al ser humano, sino también a sus avatares, que hacen que uno pueda vivir varias personalidades al abrigo de las tecnologías, y por lo tanto consumir de acuerdo a cada una de ellas.
Pero la información está en la calle, en las personas… aunque no podemos generalizar, porque calles hay muchas y personas también, y cada persona se comporta de una forma diferente, y cada “calle” marca una tendencia social que influye en el comportamiento de las personas.
Se dice que Georges Louis Leclerc marcó en el siglo XVIII el estudio de la antropología como disciplina independiente, encontraremos también referencias a François Péron, etc., otros la posicionan en el siglo XIX, con la teoría de la evolución, buscando también un proceso de evolución de la sociedad. Entendemos por Antropología conocimiento del hombre, tanto en su análisis físico, como en la comparación del comportamiento de los diversos pueblos actuales y más primitivos. En el siglo XIX, mediante la etnografía, es decir el estudio del comportamiento, costumbre y tradiciones de un pueblo o grupo humano, se empieza a plantear la antropología urbana, al estudiar el comportamiento de algunas sociedades en espacios urbanos, como ocurrió en la época de la industrialización en Londres. En todo caso, la Antropología integra el estudio del ser humano en la sociedad y la cultura en la que habita, y por lo tanto estudia comportamientos humanos.
Vemos que el origen del comportamiento del mercado se basa en el estudio antropológico y social de las personas… pero los directores de marketing trabajan en las empresas. Las empresas evolucionan rápido, digamos que casi al ritmo de la asimilación del desarrollo de las tecnologías de las comunicaciones por la propia sociedad, asimilación que es consumo masivo. Esta rapidez actual, junto con la inercia a dar importancia a lo material y a la imagen, hace que la esencia del pensamiento y la investigación (filosofía, antropología, etc.), quede relegada a unos pocos y “extraños” grupos de intelectuales.
Pensar en términos antropológicos, como psicológicos o sociológicos, puede darnos una ventaja al trabajar en marketing, porque finalmente necesitamos entender el comportamiento del mercado, que está compuesto por personas que arrastran unas costumbres y tendencias marcadas en parte por su entorno, pero en gran parte por sus tradiciones y desarrollo histórico. Es cierto que las empresas tienden a globalizar porque las comunicaciones nos acercan de forma revolucionaria, como ya lo hicieron en su día las calzadas romanas, solo que ahora los hechos acontecidos en un siglo se desarrollan en unos días, pero las diferencias de gustos, canales preferidos e incluso productos y servicios diferentes que aún existe y que no dejará de existir, es un obstáculo que las empresas globales pueden salvar. De la misma forma cualquier empresa puede mejorar sus predicciones de comportamiento del mercado.
¿Es realista decir hoy en día que un director de marketing piense en términos antropológicos para resolver los problemas de su mercado y anticiparse a los cambios? Quizás sí. Soy radical porque considero que se dedica demasiado poco tiempo a leer áreas de humanidades, a aprender a pensar y a pensar sobre lo que estamos aprendiendo. No es una varita mágica, pero es un “amueblamiento” del cerebro que hace que sea más fácil encontrar las explicaciones a lo que ocurre en cada momento, y esto ya sería un gran avance.
La antropología urbana estudia el comportamiento del ser humano en entornos urbanos, que es donde muchas empresas pueden encontrar las claves de comportamientos en masa de consumidores, y aunque pueda parecer que la globalización tecnológica hace que precisamente sean los entornos no urbanos los que puedan hacer cambiar algunos canales, es en la urbe donde nace la aceptación de esa tecnología y la semilla de esos cambios de comportamiento. La ciudad no es un pueblo, es un conjunto de “tribus urbanas” que conforman una entidad y así hay que estudiarlo desde el punto de vista de marketing, donde podemos encontrar nuestro target en diversos sub-pueblos, finalmente la ciudad conforma un “todo” basado en grandes ámbitos: hogar y parentesco, aprovisionamiento, ocio, relaciones de vecindad y tráfico de personas, también objeto de estudio de marketing como dicho “todo”. Todo esto termina derivando hacia una futura “antropología virtual”, donde no sólo se estudiará al ser humano, sino también a sus avatares, que hacen que uno pueda vivir varias personalidades al abrigo de las tecnologías, y por lo tanto consumir de acuerdo a cada una de ellas.
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